Las salas de reuniones son entornos altamente hostiles y lo ideal es tener a mano un repertorio de frases ácidas.
Los americanos calculan que pasamos reunidos 250 horas al año. Es mucho tiempo y la mitad se pierde, según las estimaciones más optimistas. El sopor llega a ser angustioso. Yo soy partidario de no despertar a los que se duermen, a no ser que sus ronquidos perturben el desarrollo del debate. Es verdad que se desaprovecha su aportación, pero rara vez es decisiva yhay uno menos para alargar la agonía.
Naturalmente, los teóricos del management no comparten mi punto de vista. La buena noticia es que tienen un modo de acabar con el tedio. La mala es que consiste en fomentar la rivalidad. Si sabes que en cualquier momento van a silbar los comentarios acerados como puñales alrededor de tu cabeza, difícilmente te relajas.
Las salas de reuniones se han vuelto entornos altamente hostiles y lo ideal sería tener a mano un repertorio de frases ácidas, como en las series de televisión. ¿No le gustaría ser como House cuando un colega empieza a sacar pegas a su exposición? Por desgracia, como observa Barbara Berckhan en Cómo defenderse de los ataques verbales, no disponemos de un equipo de guionistas trabajando día y noche en nuestro diálogo. Y si se queda en blanco, ningún director grita: “¡Corten! Vamos a repetir la toma”.
Berckhan presenta su libro como un manual de judo retórico. Me encantan sus “réplicas desintoxicantes”. Si alguien le suelta: “Esa idea es el colmo de la estupidez”, debe mirarlo con gesto de curiosidad sincera y preguntar: “¿Qué quiere decir con el colmo de la estupidez?” Pero más allá de estas sugerencias, su conclusión es pesimista. La superrespuesta demoledora no existe. Ella misma, que pasa por ser un cinturón negro de la impertinencia, cuenta cómo la dejó sin palabras una dependienta de ferretería. Siempre hay otro más listo. La única defensa es no ofuscarse. En el fondo, “todos somos invencibles”. El agresor elige la ofensa, pero no decide cómo la acogeremos.
Además, aunque hubiera una superrespuesta demoledora, ¿merece la pena? Recuerdo una disputa en la que estuve especialmente brillante. Dejé hecho un nudo a mi antagonista, pero, aparte de una efímera sensación de victoria, sólo logré que el tipo aquel me persiguiera durante meses. Hasta que me la devolvió. Siempre te la devuelven.
Como dice Dilbert «I called this meeting and it’s not a meeting until someone’s job is wasted!»