Javier Bardem equipara a los que salvan a los bancos con las grandes mentes criminales de la historia. Zalamero…
El peor enemigo de James Bond no es el doctor No, ni Goldfinger. Es el paso del tiempo. Los complots que 007 desbarata en sus aventuras nos parecen hoy disparatados, y muchos piensan que esa exageración es una convención del género, pero sus guionistas no bromeaban al urdirlos. Creían sinceramente que la hecatombe bacteriológica era un escenario verosímil cuando se rodó Al servicio de su majestad (1969), aunque Estados Unidos y Reino Unido ya habían abandonado unilateralmente el desarrollo de su arsenal biológico y la URSS no tardaría en hacerlo, tras comprobar que constituía una amenaza mayor para el fabricante que para el enemigo. (En 1979, el ántrax que los investigadores soviéticos producían en una planta de los Urales se liberó a la atmósfera por un despiste absurdo: a un operario se le olvidó colocar los filtros en los respiraderos del laboratorio. Murieron 70 personas, la peor matanza por armamento bacteriológico de la historia.)
¿Y qué me dicen de Elliot Carver, el magnate de los medios de comunicación que intenta desatar una guerra entre Reino Unido y China para vender más periódicos en El mañana nunca muere (1997)? Hoy bastante tiene el hombre con pagar las nóminas.
Pero mi villano favorito es el Max Zorin de Panorama para matar (1985). Este “misterioso empresario” no pretendía apoderarse de un sofisticado artefacto militar ni destruir la civilización occidental para refundarla debajo del mar, sino inundar Silicon Valley. La conjura era, naturalmente, frustrada por el agente de Su Majestad, entre martinis (mezclados, no agitados) y revolcones con Tanya Roberts (en la versión doblada se hablaba insistentemente del Valle de la Silicona, que no es lo mismo que el silicio, aunque resulta comprensible tratándose de una aventura de Bond). La intención de Zorin era replicar Silicon Valley en algún otro punto del planeta (probablemente Francia) y arrebatar a Estados Unidos la hegemonía en la industria de los microchips, pero, para cuando la película se estrenó, Japón ya se había convertido en líder en microchips sin derramar ni un vaso de agua.
No es justo exigir a un guionista de Hollywood más rigor que el preciso para mantener la tensión del espectador. Y por lo mismo sería injusto demandárselo a Javier Bardem, que ha aprovechado la presentación de la última entrega de 007, Skyfall, para clavar un rejón en todo lo alto de los bancos. Dice que quienes los rescatan son los peores villanos, lo que pondría a nuestros gobernantes a la altura de las grandes mentes criminales de la historia. Es un comentario muy amable por su parte, pero inmerecido. Como maquinación, salvar a la banca es decididamente poco sofisticado, aunque tiene cierta justificación, aparte de la avaricia y la corrupción consustanciales al capitalismo.
Pensemos en una central eléctrica. Si sus gestores la llevaran a la ruina, todos entenderíamos que el Gobierno se hiciera cargo de sus operaciones, para garantizar el suministro de luz al resto de las empresas y los hogares. Con los grandes bancos sucede lo mismo. Proporcionan el fluido financiero que permite funcionar a miles de empresas y hogares. Dejar que se hundan sin más supondría la interrupción de miles de líneas de crédito, con desastrosos efectos. Los conocemos bien, porque ya se intentó en los años 30. El hundimiento de la oferta monetaria que provocó la quiebra en cadena de cientos de bancos fue una de las causas de la Gran Depresión.
El rescate entraña, sin embargo, un problema de riesgo moral. Si las entidades saben que el Estado acudirá en su ayuda, tenderán a exponerse mucho más, porque eso también maximiza sus inversiones (a mayor riesgo, mayor rentabilidad). La ley debe por tanto procurar que, en caso de mala gestión, sean los accionistas, los directivos y los acreedores quienes primero sufran las consecuencias.
En el caso de los accionistas, el desplome de los títulos desde que estalló la crisis revela muy a las claras que al menos ellos no se están yendo de rositas. No se puede decir lo mismo de los directivos. Aquí la suerte ha estado más repartida. Algunos se han llevado sustanciosos bonos, pero pensemos que, de cada 10 dólares que cobraban los codiciosos banqueros de Wall Street, percibían nueve en acciones, de modo que también han recibido lo suyo. A Richard Fuld, presidente de Lehman Brothers, el colapso de la entidad le costó 1.000 millones de dólares.
Nos quedan, por último, los acreedores. Estos han salido decididamente bien parados. En un concurso normal, habrían tenido que aceptar importantes quitas, pero los acreedores de los bancos no son normales. Una parte no despreciable son clientes, cuyos depósitos están garantizados por ley. El resto son los titulares de los bonos, las cédulas y demás activos emitidos por la entidad. Se trata en su mayoría de fondos de inversión y de pensiones, aseguradoras y otras entidades que no gozan de ninguna protección especial, como los depositantes, pero su ruina entraña a menudo riesgo sistémico. Pudimos comprobarlo con Lehman Brothers: la tupida malla de contratos que había urdido con otros actores acabó arrastrándolos en su caída y prácticamente paralizó durante meses el mercado interbancario, con consecuencias en términos de crecimiento y empleo probablemente mucho más onerosas para el contribuyente que un rescate.
¿La banca siempre gana, entonces? Si por ganar se entiende que el Estado acuda en su auxilio, ésa es por desgracia la experiencia histórica. La Unión Europea trabaja en los llamados mecanismos de resolución, que impondrán quitas a los acreedores. Por ejemplo, en el futuro los depósitos a plazo incorporarán una cláusula que permita a la entidad transformarlos total o parcialmente en capital cuando los ratios de solvencia caigan por debajo de determinados niveles.
Eso aligerará la aportación del contribuyente, pero me temo que los rescates nunca morirán del todo. Como Bond.
Discrepo con que salvar la banca sea poco sofisticado como acto malvado. Aquí contaba hace un año y medio la sofisticación de un plan concebido, como dice el oscarizado Bardem, por los peores villanos conocidos: http://bancalaire.com/2012/03/02/por-que-van-contra-las-cajas-de-ahorros/
Cuando digo poco sofisticado, estoy comparando la salvación de la banca con los planes de los villanos de Bond. Con lo de las cajas, por el contrario, habría para varias entregas de la saga, aunque no estoy seguro de a quién pondría en cada lado…