Las consecuencias económicas de Merkel

Quienes odian a la canciller por su cerrada defensa de la austeridad se equivocan tanto como quienes la admiran por ello.

La coalición de Angela Merkel ha decidido retirar el copago sanitario. En 2013, año electoral, ir al médico volverá a ser gratis en Alemania. También van a revisarse las pensiones mínimas. Por lo visto, se han dado cuenta de que son miserables. No hay nada como unas buenas elecciones para agudizar la sensibilidad de los políticos. ¿Se acuerdan de la escena de Casablanca en la que el prefecto Renault le cierra el café a Rick? A Merkel le pasa lo mismo. “¡Estoy escandalizada! ¡Acabo de enterarme de que en este país las pensiones son muy bajas!” Luego, en lugar del croupier, aparece el jefe de gabinete con los últimos sondeos y le dice: “Sus ganancias, señora”.

La austeridad de Merkel es tan interesada como la integridad de Renault. En el fondo, son dos grandes pragmáticos. Cuando Rick apunta al prefecto con una pistola y le amenaza con pegarle un tiro si no se sienta, Renault sonríe brevemente y responde: “Dadas las circunstancias, me sentaré”. Merkel es igual. Si la amenazan con un sondeo desfavorable, también se sienta. “Dadas las circunstancias, retiraré el copago”.

Quienes odian a la canciller por su cerrada defensa de la austeridad se equivocan tanto como quienes la admiran por ello. No es que no tenga principios. Al contrario. El problema es que tiene muchos. “Rick”, dice Renault en otra memorable escena, “en este café se venden muchos visados, pero sabemos que usted nunca ha vendido ninguno. Ésa es la razón por la que permitimos que siga abierto”. “¿De verdad? Creía que era porque le dejaba ganar a la ruleta”, dice Rick. “Ésa es otra razón”, repone Renault.

También Merkel tiene otras razones. Hasta ahora la austeridad le ha venido bien, pero la reconsiderará si perjudica sus intereses en la ruleta de las elecciones generales, y parece que ya ha empezado a hacerlo.  “Hace un año”, dice el economista jefe de HSBC Stephen King en Cinco Días, “[Merkel] aún pensaba que era capaz de controlar la situación gracias a las exportaciones. Sin embargo, como consecuencia del colapso de la demanda en el sur de Europa, éstas han empezado a resentirse”.

A menudo Berlín ha evocado la hiperinflación de Weimar para impedir al BCE relajar su política monetaria, omitiendo que lo que llevó al Gobierno alemán a imprimir compulsivamente marcos fue el empeño de los vencedores de 1918 en cobrar hasta el último céntimo de las reparaciones de guerra. John Maynard Keynes lo advirtió en Las consecuencias económicas de la paz. Los alemanes, razonaba, carecen de capacidad para pagar y al mismo tiempo conservar un nivel de vida decoroso y, si insistimos en hundirlos en la desdicha, causaremos una revolución y, además, no podremos venderles nada. “La política de reducir a la esclavitud a toda una generación”, escribió, “resultaría horrorosa y detestable incluso aunque no causara la decadencia de la vida civilizada en Europa”.

Confiemos en que al final prevalezca el buen sentido y Merkel se deje llevar por la codicia, como Renault.

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