¿Es la Cosa Nostra un modo superior de organizar los negocios?
Todos hemos tenido algún vecino poco cívico, que monta juergas a deshoras, y todos hemos llamado a su puerta, en pijama y con los ojos inyectados en sangre, para implorar clemencia, generalmente en vano. Por lo visto, el Estado de Derecho carece de herramientas contra estos desaprensivos.
En Sicilia ese problema no existe. A un jovenzuelo que ponía la música muy alta se le presentaron en casa dos matones y, sin mediar palabra, le desenchufaron el equipo de sonido y se lo tiraron por la ventana. Luego le advirtieron: “La próxima vez vas tú detrás”. Fue mano de santo, y explica por qué la Mafia es tan difícil de erradicar: a menudo contribuye a ordenar la convivencia.
Pero aparte de salvaguardar instituciones sagradas como la hora de la siesta, ¿es la Cosa Nostra un modo superior de organización, un ejemplo de excelencia? Incluso en momentos difíciles como el actual, no ha dejado de prosperar, y no solo en los sectoresmás turbios de la droga o la prostitución, sino “adquiriendo inmuebles en todo [Estados Unidos], mientras millones de personas luchan por no ser embargadas”, escribe Louis Ferrante en Aprenda de la Mafia.
Este exmiembro del clan de los Gambino, reconvertido ahora en gurú, sostiene que “los mafiosos con éxito no son muy distintos de los empresarios de élite o los líderes políticos”, una afirmación que muchos suscribirán. Es más, el paso por la Cosa Nostra proporciona “la suficiente sabiduría popular para triunfar en cualquier negocio”.Es algo así como un máster en Harvard, sólo que cuando te suspenden acabas en el fondo del lago Michigan o en el maletero de un coche.
Naturalmente, sería una simplificación reducir la Mafia al monopolio de la violencia indiscriminada. Ninguna organización sobrevive si no cuentacon un código que sus miembros consideran justo. Hasta las bandas de ladrones tienen sus leyes, y la Cosa Nostra opera de acuerdo con “estrictos protocolos”, igual que cualquier Gobierno. Ferrante explica que Lucky Luciano creó “una comisión para solucionar las disputas y mantener a las familias en armonía”, y lo considera por ello el George Washington del crimen organizado, aunque sería más acertado compararlo con León Trotski, porque ni el líder bolchevique ni el capo renegabande la violencia por convicción moral, sino por pragmatismo: les parecía contraproducente. Como declaró una vez un coronel de los ‘carabinieri’,“está en el ADN de la Cosa Nostra evitar los enfrentamientos, porque eso significa una oportunidad para que la policía los investigue y luche contra ella”.
El libro de Ferrante está lleno de consejos inspirados en la historia del crimen organizado: esfuércese, porque el éxito no cae del cielo (“Tony Spilotro trabajaba de 16 a 18 horas al día”); invierta en favores (para un italiano son como dinero: se depositan en bancos y se cobra por ellos); aprenda de sus tropiezos (“Lo vi cometer error tras error”, escribió Kruschev de Stalin, “pero nunca lo vi cometer dos veces el mismo”); tómese un descanso de vez en cuando (“Después del estrés de un gran atraco yo solía dar un largo paseo por la playa”),y en general no deje que se le vaya la fuerza por la boca: actúe (cuando un matón insultó a don Carlo Gambino, éste encajó en silencio la ofensa; poco después, el matón apareció “enterrado en el suelo hormigonado de un sótano”).
Se trata sin duda de excelentes recomendaciones, pero son generalidades que se pueden decir del ajedrez o del tiro con arco. Ferrante además pretende persuadirnos de que la Cosa Nostra encierra enseñanzas no ya para los negocios, sino para la sociedad en general. Cuenta su decepción cuando, tras renegar de su pasado, descubrió que “eso del mundo legal era una fantasía” y que estaba lleno de “bribones […] mucho peores que los mafiosos”. Los bancos suben los intereses de sus préstamos, algo que él nunca hizo cuando practicaba la usura; o telefonean a casa de los morosos y acosan a cualquiera que los atienda, sin importarles “si tu madre o tu abuela están a punto de morirse”;o ponen en la calle a familias enteras…“Puede que [los mafiosos] te rompan un par de huesos”, pero tienen límites. A diferencia de los banqueros, sólo se matan entre ellos.
Sería absurdo defender que todo es perfecto en el “mundo legal”, pero veo un par de inconvenientes serios en el modelo político de la Mafia. El primero es su código sancionador. Por ejemplo, Louie Milito manifestó su descontento con una promoción dentro de la organización y le dieron un tiro debajo del mentón “para que cerrase su puñetera boca”. Tampoco comparto que la pena por adulterio deba ser la muerte, por arraigada que esté en la tradición (“Algunas cosas jamás cambian para los italianos: su amor por el arte, la arquitectura, la ópera, la pasta o cortarle las pelotas a alguien que no se comporta como es debido”).
Cuando los mafiosos hablan además de “eliminar a la competencia” se refieren literalmente a eso, no a aumentar su cuota. Y la vida no es mucho más apacible dentro de la propia banda. Como le dijo una vez un capo a un amigo: “Voy a una reunión y no sé si volveré”.No digo queen mi empresa el ambiente sea siempre ideal, pero el jueves tengo una reunión con los de ‘marketing’ y creo que saldré vivo.
La segunda pega que le veo a la Mafia es que sus procedimientos son poco garantistas. Ferrante cuenta en el libro algunos errores. “Ese par de imbéciles mataron a un chico inocente creyendo que pertenecía al bando enemigo”. “Cuando los rivales intentaron asesinar a Gotti con un coche bomba, fallaron en su objetivo y volaron el de DeCicco”. “Al contrario de lo que creía el paranoico Casso cuando ordenó que lo eliminaron, Chiodo no era un soplón”.
Y si obviásemos estos inconvenientes y nos quedásemos con las virtudes de la Mafia (su sentido del honor, su rigor disciplinario, su énfasis en la eficacia), ¿no sería el mundo mejor? En el fondo, es un poco lo que ya hacemos. Las penas se ajustan a un principio de proporcionalidad, lo que impide arrojar por la ventana a un jovenzuelo que pone la música alta. Y hay que comprobar que es efectivamente el responsable antes de enviarle a los matones, para evitar que “ese par de imbéciles” lo maten.
A todas las ventajas añade la importancia de «la familia» como lugar sagrado. La parte chunga es la la poca igualdad de género. No hay mucho lugar para la mujer en la cosa nostra,
Excelente artículo.
Muchas gracias por tu comentario, Emilio. La familia (en el sentido mediterráneo, no mafioso) es uno de los atractivos de la Cosa Nostra. Por eso fascina tanto a los blancos, anglosajones y protestantes americanos.
Añado las joyas que nos ha regalado el cine; El Padrino como ejemplo supremo, los Soprano, Boardwalk Empire… y muchas más. Y por último; en la Mafia, serán todos los que están… pero no están todos los que son. Un saludo.
Gracias, Lola. El juez Falcone venía a decir que la Mafia no era una organización, sino una actitud. En ese sentido, todos somos un poco mafiosos, aunque no nos dediquemos al juego y la prostitución. Como comentaba esta mañana en Twitter, en ‘El Padrino III’ Michael Corleone parece un insecto inofensivo al lado de los democristianos italianos.