El tránsito de ‘Newsweek’

La crisis del papel mata, pero matan más algunos remedios.

 

El lunes salió a la calle el último número impreso de Newsweek. “No había nadie en el sector que no supiera desde hace al menos cuatro años que estaba acabada”, escribió el columnista Michael Wolff hace meses, poco después de que la revista anunciara su decisión de convertirse en una publicación electrónica. Su directora, Tina Brown, sostiene que no es “un adiós”, pero que el papel ha muerto, los tiempos exigen nuevos formatos y muchas otras cabeceras les seguirán en esta “transición digital”.

Los números de Newsweek son pavorosos. Pierde 31 millones de euros al año y, aunque todavía vende un respetable millón y medio de copias, no es ni la mitad de lo que vendía hace cinco años.

No todo es, sin embargo, culpa de la crisis del papel, como dice Brown. Time ha perdido 700.000 ejemplares desde 2007, pero su difusión ronda los 3,3 millones y sigue dando buenos beneficios: 43,2 millones de euros en 2010.

Y The Economist va como un tiro. En la última década ha aumentado el 130% su circulación en Estados Unidos, donde ya vende 850.000 revistas. El semanario británico cultiva un aura elitista que le permite captar mucha publicidad y cobrar más a sus lectores. Mientras una suscripción anual al Time cuesta 24 euros, The Economist te carga 100.

Fue justamente este éxito el que indujo a Newsweek a adoptar una serie de catastróficas decisiones. Su referente siempre había sido Time. De hecho, la fundó en 1933 un exredactor de Time y, aunque nunca dejó de ser la eterna segundona, el sector de las revistas generalistas era lo bastante lucrativo como para que todos vivieran cómodamente.

En 1961 The Washington Post adquirió Newsweek e inauguró su era dorada. Sus portadas eran influyentes y ganaba dinero a espuertas, pero tampoco reparaba en medios y el gasto se disparó.

Su mastodóntica estructura (520 empleados) ya le estaba creando dificultades antes de que estallara la crisis, pero a partir de 2007 los ingresos se hunden. Convencida de que el problema no es sólo de mala gestión, sino de modelo de negocio, Newsweek decide abandonar el mercado de masas y poner rumbo al selecto nicho que tan provechosamente explota The Economist.

La operación exigía ejecutar dos delicadas maniobras: cambiar los contenidos y subir los precios. La empresa sabía que iba a perder suscriptores, pero creía que el perfil superior de los que quedasen le permitiría cobrar más a los anunciantes.

La única previsión que se cumplió fue la fuga de lectores. Los contenidos no estuvieron a la altura de The Economist y los ingresos publicitarios cayeron el 37%.

En mayo de 2010, The Washington Post ponía la revista en venta. Tras pasar por las manos de un empresario de equipos de sonido, Newsweek ha acabado fusionada con el diario digital The Daily Beast, que dirige Tina Brown y que también pierde dinero. La unión de un periódico online y un semanario de papel era “una interesante boda mediática”, según Brown, pero de momento se parece más a una pareja de borrachos apoyándose mutuamente para mantenerse en pie.

El lunes se inauguró una nueva etapa. Habrá que ver si es una transición digital o el tránsito definitivo.

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