¿Es su jefe un desalmado?

La prevalencia de rasgos psicopáticos es mayor entre los directivos que en la población general.

 

“En política y finanzas, no tener conciencia ayuda a sobrevivir”. Lo dice Robert Hare, que no es un veterano militante comunista, sino un profesor de Psicología especializado en el estudio de la mente criminal. Después de pasarse años visitando decenas de prisiones y asesorando al FBI en la captura de algunos asesinos en serie, Hare publicó hace dos años un trabajo en la prestigiosa revista Behavioral Sciences and Law (Ciencias de la Conducta y Derecho) en el que explica que la prevalencia de rasgos psicopáticos es mayor entre los directivos que en la población general. Por lo visto, el universo despiadado de las grandes empresas es un entorno muy propicio para estos enfermos. “Se mueven a sus anchas en una cultura diseñada para manipular, mentir, robar y engañar”, segura Hare.

Ir a ver al jefe ya daba miedo, pero después de leer estas cosas se le quitan a uno las ganas hasta de coincidir en el ascensor, y no digamos ya en el aparcamiento. “¿No baja?” “No, deje, prefiero hacer ejercicio”. Lo que pasa es que luego piensas en cómo se ha abierto camino esa gente hasta la cumbre y llegas a la conclusión de que es difícil triunfar si no suscitas apego y cooperación. Los tipos que degüellan sin pestañear a sus rivales no suelen ser unos compañeros muy populares. Reconozco que vienen bien cuando hay que ponerse desagradable con el personal incompetente, pero no creo que nadie confíe su espalda a alguien que ve los vídeos de Al Qaeda mientras devora cucuruchos de palomitas.

La idea de que para ser rico no conviene tener escrúpulos puede reconfortar a los que no somos ricos, pero no tiene demasiado fundamento. Entiéndanme: tampoco digo que los ricos sean mejores personas. La ética en la empresa importa, pero dentro de un orden. Seguro que no le tranquilizaría mucho enterarse de que su consejero delegado se dedica a emplear a cualquier desharrapado que se tropieza por la calle. “Es que no tenía adónde ir”.

La vida es un asco y no basta con ser decente para forrarse. Maquiavelo ya advirtió esta trágica inconsistencia: los intereses del grupo no siempre coinciden con los del individuo. Algunas veces la decisión empresarial correcta es también la moralmente deseable; otras, la buena marcha del negocio exige sacrificar a una o varias personas. Para el encargado de tomar esas decisiones es una ventaja indudable carecer de empatía, pero no es fácil que un tarado sentimental se granjee los apoyos necesarios para llegar al nivel en el que se toman esas decisiones.

(Adaptado de un artículo publicado originalmente en La Gaceta)

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s