Un hombre valiente

Miguel Ors Candela (1928-2020), in memoriam.

Anoche soñé que volvía a mi primera infancia. Caminaba torpemente por una cancha de tenis, tratando de pasar una enorme pelota por encima de la red, pero no lo lograba. Caía sobre mi enorme culo envuelto en pañales y lloraba de frustración. Entonces mi padre, que lo estaba filmando todo, soltaba la cámara, acudía corriendo en mi auxilio, me cogía en brazos y me consolaba.

La rapidez con que el abrazo paterno devuelve la serenidad a un hijo es algo casi mágico. Cuando de niño sufría terrores nocturnos, corría desalado al dormitorio de mis padres y bastaba con zambullirme entre sus cuerpos tibios para experimentar una paz absoluta. Es una capacidad que perdemos con la edad. Al adulto nadie le transmite ya el valor, y la madurez consiste en aprender a autogestionar el miedo. En ese sentido, creo que nunca he sido del todo maduro, pero mi padre era de otra pasta. No se arredraba ante nada. En plena posguerra se escapó de casa. No había terminado la carrera, no tenía oficio ni beneficio y, para salir adelante, formó pareja artística con su amigo Fernando Quiñones. Se metían en el metro y, mientras Fernando cantaba saetas, él pasaba la gorra. Mi madre siempre ha dicho que carecía de vergüenza, y era verdad. Sabía que, al contrario de lo que se piensa, el ridículo rara vez mata y te permite reunir un repertorio estupendo de anécdotas que él disfrutaba mucho contando.

Aunque estudió Derecho, su vocación era el periodismo y, cuando oyó que en Pueblo buscaban redactores, se hizo fuerte en el antedespacho de Emilio Romero hasta que lo recibió. Pese a todo, seguía sin llegar a fin de mes y, para completar su exiguo sueldo, se pluriempleó como guía en una agencia de viajes. Un fin de semana se llevó dos autobuses con 80 personas a conocer París. No tenía ni idea de francés ni había cruzado jamás los Pirineos, pero lo pasaron todos estupendamente, lo que confirma la teoría de que los viajes que peor salen son los más divertidos. Disfrutaron todos tanto, que don Leandro, uno de los clientes, le propuso a mi padre poner a medias una agencia de reventa de entradas. Fue una de esas experiencias corales y mediterráneas, en la que participan todo tipo de parientes, tanto de mi familia como de don Leandro, y de la que mis padres conservarían toda la vida un recuerdo entrañable, lo que confirma la teoría de que los negocios más divertidos son los que peor salen.

Tras estas aventuras fallidas, su cuñado Mario le dijo un verano en El Escorial: “Hombre, Miguel, tú que eres tan aficionado a esto del cine, ¿por qué no discurres un programa para la televisión?” Corría 1958, el nuevo medio había echado a andar dos años antes y a mi padre le entusiasmó la sugerencia. Compró a espaldas de mi madre una cámara profesional, aprendió a manejarla quitándose horas de sueño y se presentó con ella al hombro en el paseo de la Habana. Era una locura. ¿Qué iba a contarle a mi madre si lo rechazaban? Había invertido en aquella apuesta lo poco que tenían ahorrado, pero por suerte el conserje de TVE quedó tan impresionado que cogió el teléfono y, sin perder de vista a mi padre, informó a su interlocutor: “Aquí hay un joven que quiere trabajar y trae hasta la herramienta”. Cuentan que el mismísimo director general bajó a recibirlo y abrazarlo, aunque este extremo no he podido corroborarlo.

Lo primero que hizo fueron resúmenes de fútbol. En una Iso de 125 centímetros cúbicos se iba a Bilbao el sábado por la tarde, cruzaba el puerto de Somosierra con el cuerpo forrado de periódicos viejos para combatir el frío, grababa el partido, cogía la moto de vuelta y llegaba a Madrid con el tiempo justo de positivar la película, montarla y presentarla. El lenguaje para relatar los deportes en televisión todavía no existía en España y aprovechaba las Olimpiadas y los Mundiales para visitar los platós de otras cadenas y empaparse de lo que veía. Así fue templando y bruñendo la gramática con la que las futuras generaciones iban a expresarse y que hoy damos por supuesta, como si siempre hubiera estado ahí.

Este mes de agosto, bañándose en la playa del Hornillo, sintió la quemadura de una medusa. “Pica, pica”, le dijo, “porque el año que viene no me pillas”. Acababa de cumplir los 91 y era consciente de que el final se acercaba, pero conservaba el sentido del humor y la entereza. Ni siquiera sonaba asustado cuatro días antes de morir, cuando una infección atacó su organismo debilitado por una leucemia incipiente y las piernas se negaron a sostenerlo. Hablé con él y lo encontré más bien enfadado. Lo irritaba aquella postración. Le dije que no le impedía seguir leyendo, escribiendo y viendo películas, sus tres grandes pasiones, y me mandó poco menos que a freír espárragos. “Si eso”, me dijo, “ya te llamo yo luego”, y colgó. Era una fórmula muy suya, con la que zanjaba las conversaciones que lo impacientaban. “Si eso, ya te llamo yo luego”.

Debido a la epidemia de covid, no nos dejaron acompañarlo en el hospital. Pasó su última noche solo en un box de urgencias, pero quiero creer que tampoco esta vez se arredró y afrontó el último trance con los dientes prietos, como cuando cruzaba el puerto de Somosierra con el cuerpo forrado de periódicos viejos.

12 comentarios en “Un hombre valiente

  1. Maravilloso. Siempre lo he tenido como referencia profesional y de saber ser compañero. Un señor de la TV como muy pocos. Hizo grande el deporte en la TV.como solo el sabia . DEP.
    Tacho de la Calle

  2. Que bonito homenaje Miguel. Yo también recuerdo bonitas anécdotas que los domingos comentaba con mi padre y mi padre a la vez nos hacía participe de ellas.
    No hace falta decir lo bueno que era en lo suyo. Eso lo corrobora la cantidad de reconocimientos que le han sido entregados. Pero en verdad en lo que fue un artista fue en su papel como padre, tío, hermano …… Y como olvidar marido. Que hasta su último momento cuido a su mujer Margarita, otro ser digno de estudio. Mi tía.

    1. Muchas gracias, Merche, y tienes toda la razón. Fue conmovedor cómo cuidó de mi madre hasta el último momento. Hace unos días hablé con su dentista, que llamó para darnos el pésame, y me contó cómo le explicaba que cada día estaba más enamorado de Mamá. Un beso muy fuerte.

  3. Esta noche por casualidad he visto la noticia,y la playa del hornillo donde tantas veces fui con mis padres de pequeña.Era un sitio mágico para mí,como lo ha sido la figura de Miguel Ors,aquel hombre que salía en los telediarios y era un atractivo más para bañarnos en esa playa.,yo era una niña.
    El año pasado después de toda una vida volví a ese lugar ,dónde la brisa del tiempo no pasa para mí y vi a un matrimonio de los de antes,de los de siempre,aquellos que tanto me recordaron a mis padres por su clase,su buen gusto y su saber estar ,en una playa que siendo de todos solo me recordaron a aquellos tiempos pasados tan felices.
    Hoy al ver la noticia y la foto de este señor supe que era aquel otro de mi infancia,aquel que deseaba ver todos los días para darme importancia con mis amigas de Granada:» yo voy a Águilas,allí donde van los famosos del telediario».Ese gran señor que vi la última vez fue aquel otro de toda una vida en mi televisión.
    Daba gusto verlos ,aunque mayores eran los más guapos aquel día en la playa del hornillo.DEP.

  4. Muy bonito; aún no conociendo el personaje, me evoca el talante de otras personas -escasas, ciertamente- que no se arrinconan en la comodidad ni se lamentan del infortunio, sino que se ponen en acción contra las situaciones adversas y llenan su vida de emociones y experiencias.

  5. Sin duda una generación especial la de los criados durante la guerra o en la posguerra, gente que no se arredraba ante nada y que forjó las bases de la comodidad de la que disfrutábamos hasta hace muy poco tiempo o incluso ahora en tiempos de confinamiento. Nuestros padres tienen que cabrearse ante lo que ven a diario y en lo que algunos han convertido sus preocupaciones, verdaderas chorradas, pero el cabreo será interno o como mucho mascullarán algo como «vaya gilipollez».
    Mucho ánimo, D. Miguel, muy bonito homenaje.

  6. Una figura entrañable de mi infancia. Mi más sentido pésame. Descanse en paz y mil gracias por tan buenos momentos y recuerdos.

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